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Fernando Ortega | Creo que pocos dudarán que practicar deporte es una de las ocupaciones más recomendables que pueden tener nuestros niños y jóvenes en su tiempo de ocio. El deporte fomenta la vida sana, además de valores tan importantes como la solidaridad con los compañeros, el espíritu de sacrificio, la lucha por conseguir objetivos y la observancia de unas normas. En mis ya largos años de dedicación a la profesión docente, he podido comprobar sobradamente cómo estos valores iban calando de forma mucho más fácil en aquellos alumnos que practicaban algún tipo de deporte que en los que no lo hacían, al menos de forma regular y federada.
Por ello, creo que es una obligación ineludible de los poderes públicos facilitar y fomentar su práctica y poner todos los medios posibles al alcance de los ciudadanos para que nuestros niños y jóvenes puedan practicar deporte en las mejores condiciones posibles. Las “políticas sociales” de las que tanto se habla últimamente, por las amenazas de los temidos recortes –los ya sufridos y los que aún habrán de venir-, también han de incluir, sin lugar a dudas, la práctica del deporte. Por eso, la imagen de un niño que vuelve llorando del Polideportivo, porque le han dicho que no puede jugar por no haber pagado, me parece una estampa triste, muy triste…

Sé que lo que voy a escribir, podría ser aplicable a multitud de deportistas de nuestro pueblo, que cada día se afanan en superarse en disciplinas deportivas de todo tipo (fútbol, baloncesto, tenis, atletismo, ajedrez, ciclismo…) Pero, dada mi condición de miembro de la junta directiva de la U.D. Pilas, permítanme que me centre en resaltar el trabajo que día a día observo que se realiza en este club, que acaba de cumplir 40 años de historia.

Nuestra plantilla está compuesta por jugadores muy jóvenes (a excepción de algunos veteranos que cumplen perfectamente su papel de ejemplo y espejo en el que se miran los de menor edad). Son chicos que trabajan o estudian –en algunos casos, incluso, hacen las dos cosas- y que después de una agotadora jornada dedicada a sus quehaceres, renuncian a estar con sus amigos, novia o esposa, e incluso hijos en algunos casos, para ir a entrenar, sin importar si aprietan los calores de agosto o se quedan las manos y los pies helados en invierno.

Se sacrifican día tras día para estar en forma, para mejorar en su juego y para ganarse un puesto en el equipo. Juntos luchan, se divierten, disfrutan, sufren, ríen, lloran… Las vísperas de los partidos tienen que separarse de su grupo de amigos y acostarse temprano, para estar en forma en la esperada cita. Si toca jugar fuera, incluso tienen que utilizar sus propios coches para desplazarse porque, desgraciadamente, el club no puede sufragar los gastos de un autobús y no hay ayudas para ello. Además, en la convocatoria solo pueden entrar 16 jugadores, por lo que siempre hay algunos que, después de haberse sacrificado durante toda la semana en los entrenamientos, tienen que conformarse con apoyar a sus compañeros desde la grada. Sufren lesiones, a veces graves, pero ellos no tienen miedo al dolor y solo piensan en recuperarse para volver a jugar. Y todo ello, por amor al deporte y a un club, la U.D. Pilas, cuyo escudo defienden con orgullo en cada partido, para hacer disfrutar a sus aficionados y para conseguir los mayores logros deportivos posibles. 

A la junta directiva le encantaría poder recompensar tanto esfuerzo con mayores contraprestaciones, pero, desgraciadamente, las posibilidades económicas son muy limitadas y no podemos ir más allá de cubrir los gastos que el estar en competición ocasiona. Contamos con un grupo de socios y aficionados muy fieles a los que les estamos enormemente agradecidos por su apoyo (sin ellos, nada de esto sería posible y, seguramente, el club ya se habría visto obligado a desaparecer), si bien es cierto que nos gustaría que ese número fuese mucho mayor. Sabemos que, si el pueblo de Pilas se lo propusiera de verdad, nuestro equipo podría volver a vivir días de mucha gloria deportiva.

Ya que, como digo, la economía no nos permite recompensar como merecería este esfuerzo tan tremendo, quiero aprovechar esta tribuna para rendir público homenaje de gratitud a estos muchachos, desconocidos para gran parte del pueblo que, día a día, en entrenamientos y partidos, demuestran que no tienen razón los que solo saben criticar a nuestros jóvenes por su abulia y falta de compromiso.

Anguas, Villarán, Zayas, Chiqui, Quintero, Juan, Jurado, Cardellat, Sergio, José Alberto, Esteban, Maraver, Loren, Antonio, Soldán, Alberto, Luis Carlos, Estévez, Ángel, Cabello, José Mari… sois admirables. Le ponéis pasión a lo que hacéis, y solo por eso, ya merecéis la enhorabuena: la vida se convierte en algo demasiado insípido y descolorido cuando no se cocina con ese ingrediente. Estamos muy orgullosos de vosotros y mi mayor deseo es que, al final de la temporada, podamos abrazarnos todos juntos celebrando el ascenso.

Podéis estar seguros de que ese día, muchos de los que ahora ni siquiera conocen vuestros nombres, estarán también allí.
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