Eloísa Reyes | Mi condena a la violencia.
Que nuestro pueblo se asoma poco a los medios de comunicación no es nada nuevo. La inmensa mayoría de las veces en que los objetivos de las cámaras enfocan Pilas es para mostrarle al mundo hechos negativos que acontecen en nuestro querido pueblo, en el que la exportación de noticias positivas brilla escasea como la lluvia este invierno. No obstante, más allá de esta primera reivindicación, mi intención es la de denunciar un hecho que flaco favor le hace a la obnubilada imagen que se desprende de Pilas. Me refiero al lamentable suceso que tuvo lugar hace unos días en el centro de salud, un hecho bochornoso e indigno, ya que en ningún contexto está justificado el empleo de violencia física, máxime hacia un profesional sanitario que realiza su trabajo.
No sé qué se le pasaría por la cabeza a la persona que agredió tanto verbal como físicamente a la enfermera, supongo que se le pasará lo mismo que a los maltratadores antes de atacar a su víctima, a menudo indefensa e incapaz de esperar lo que se avecina. También me pregunto qué hubiera pasado si antes de la agresión la enfermera, en previsión de la posible reacción de su agresora –seguro que antes ya venía dando muestras de su intención- se hubiera negado a prestarle el servicio que la ley le obliga. Hace unos días, sin embargo, en el centro de salud de Pilas, a una persona de repente la capacidad de raciocinio se le ha visto elevada a su mínimo exponente, a sus neuronas se les privó de sus funciones delegadas, viéndose así facilitada la actuación automatizada de músculos, quienes se toparon con una enfermera. Se trata de un cóctel poco recomendable aunque desgraciadamente muy presente en nuestra sociedad, ya que la gratuidad de los actos violentos nos acompañan en la cotidianeidad de los colegios, los centros de salud, los hogares, los estadios deportivos y los lugares de ocio. ¿Acaso somos ahora más violentos o es que restamos importancia a este ingrediente? Sea cual sea la respuesta de esta cuestión planteada, me entristece enormemente saber que este episodio reprobable pasa página sin más.
Como usuaria asidua de la sanidad pública, he conocido a profesionales sanitarios de una muy variada índole, algunos dignos de Premio Nobel de Medicina, otros merecedores de la salida inmediata del cuerpo al que pertenecen. No obstante, el respeto es la base de todas las relaciones sociales, el civismo y el saber estar deben predominar ante cualquier controversia, no sólo en un centro de salud sino en todas las facetas de nuestro día a día. Mi ánimo a la persona agredida, a ella y a todas las que sufren acciones violentas en el ejercicio de sus trabajos diariamente. Me da vergüenza que la sociedad no evolucione, ¡es tan fácil y barato ser educad@...!
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