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Eloisa Reyes | Una silueta curva, noble y sencilla ha quedado al desnudo hace algunos días en Pilas. Muchos ojos, al verla, siguen su sinuosa trayectoria con sentimiento de curiosidad, nostalgia y aventura. Silenciosa, tímida, esta sutil forma guarda para sus adentros imágenes, sonidos y olores de otra época que enmudecieron sin más. El tiempo, ese indómito dueño de todos los mortales, dictó sentencia y reservó a tal figura hoy desprovista de sus ropas un futuro desconcertante y enigmático.

Ha quedado al despojado el cuerpo de una de las zonas claves de la industrialización pileña, aquella que dio de comer a muchos pileños y pileñas en los años retratados en blanco y negro. Desde hace varias semanas, las grúas, esos monstruos con garras arañan violentamente la piel del gigante que yace indefenso. Esa mesa paciente antes acariciada, la lámpara de luz tenue, los azulejos y las ventanas han sido removidos, arrancados de cuajo de forma feroz, porque las grúas son aquellos seres desalmados que mucho tienen que ver con el lado selvático de la vida.  Las grúas son afortunadas, pues salen indemnes de los delitos contra el recuerdo; nadie las penaliza por atentar contra el patrimonio de la memoria, son impunes. Mientras tanto, ese esqueleto férreo, languidece y lucha por permanecer indeleble.
Imagen ofrecida por la Delegación de Cultura del Ayuntamiento de Pilas
Quedaron cercenadas sus arterias rectilíneas; sus pasillos, otrora abarrotados y rebosantes de vida, ya no volverán ver el desfile de empleados ni serán testigos de su voz puntual, marcando los turnos de forma cauta y ordenada. El aroma que se respira al pasar por la escombrera en la que se ha convertido la antigua fábrica, poco tiene que decir del pasado glorioso que contempló.
Imagen ofrecida por la Delegación de Cultura del Ayuntamiento de Pilas


Las cigüeñas miran con espanto los derruidos muros y murmuran entre ellas cómo explicarán a sus polluelos que los humanos suelen destruir todo aquello que consideran que no tiene traducción monetaria: “¡tan simples son…!” exclama una cigüeña adulta desde el nido.
Hay voces que piden la amnistía para la figura curvada, para la estructura férrea que un día sustentó vanidosa la célebre fábrica pileña. Estas personas proponen alternativas para conservar al menos el esqueleto de lo que fuera un punto neurálgico de la comarca, aunque sea en forma de recreación, de adaptación a zona ajardinada, de paseo, bulevar o semejante. 


Si esto se lleva a cabo, las cigüeñas respirarán tranquilas porque sus polluelos no tendrán que emigrar y contemplarán de nuevo la afluencia de personas en torno a la silenciosa silueta arqueada. Las cigüeñas podrán sonreír satisfechas, ya aún quedan personas que valoramos el escaso patrimonio histórico que tenemos a nuestro alrededor.
Imagen ofrecida por la Delegación de Cultura del Ayuntamiento de Pilas



Yo apoyo esta causa, y desde aquí pido el perdón –al menos- para la estructura serpenteante que se ve desde muchas zonas de Pilas. Creo que se debe indultar, aunque sea para no perder al completo las señas de identidad de un pueblo trabajador e industrializado que proporcionó empleo a personas de pueblos de alrededor. Que las pésimas condiciones de hoy no nos quiten el afán por aprender del pasado, que no decaiga el carácter emprendedor del pileño, que no nos pueda el acomodamiento y la resignación no se imponga en forma de insultos ni lamentos contra los que manejan los hilos del país, o mejor dicho, de Europa. 

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