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Eloisa Reyes | En España estamos estresados, nerviosos, ansiosos. Eso se nota, sobre todo en las redes sociales, nuestro reflejo virtual, un espacio que se ha llenado estos meses de verano de imágenes que caricaturizan y se mofan de políticos, banqueros y personajes varios. La cantidad de insultos, frases cargadas de ingenio, odio o sátira y los retoques con Photoshop dejan entrever en los perfiles de mucha gente una intranquilidad que espero no aumente en otoño –aunque eso es bastante utópico.
Cada día veo menos los espacios informativos en televisión en los que nos bombardean literalmente a niños y otras personas inocentes en Siria –nadie hace nada- , vejan a ancianos y desahucian a familias enteras de sus hogares por no poder pagar las rentas. Quede claro que no se trata de obviar ninguna parcela de la realidad, simplemente selecciono el canal informativo, ya que el periódico o la radio exhiben una información quizás un poco menos sensacionalista. La mezcla de brevedad en la radio y reflexión en la prensa escrita me elude de la artillería pesada en que se ha convertido el medio audiovisual.

Ni que decir tiene que este verano que muere poco a poco ha echado humo en el terreno informativo –por no hablar de los bosques. Para empezar, allá por julio, en el plano económico nos volvimos un poco Grecia, un poco Italia y otro poco más pobres. Y es que érase una vez, un presidente del Gobierno que decretó una serie de medidas económicas que encolerizaron al país. En el terreno de la política, a las pocas semanas, una secuencia propia de una de película de Torrente acaparó las pantallas de todo el país: el parlamentario Juan Manuel Sánchez Gordillo, masculino singular, con una ocurrencia de lo más tróspida, decide evocar a Curro Jiménez y planea lo que planeó. Y lo llevó a cabo. Vaya que si lo llevó a cabo.

Y en la sección de deportes cabe mencionar, como no puede ser de otra forma, de los Juegos Olímpicos. Dejaré a un lado la posibilidad de hacer un análisis de la celebración o de los logros de nuestros deportistas; no puedo resistirme a mencionar ese disfraz barato de los Power Rangers también llamado chándal olímpico español y su repercusión mediática. Lo más divertido del verano en Internet, para servidora, ha sido darle usos al poco favorecedor conjunto. Fabuloso.
Ya para terminar el verano, la noticia de sucesos no es otra que la del caso de los niños de Córdoba. Una noticia estremecedora aunque esperada por muchos. La aparición de los restos mortales de dos niños inocentes cuyo verdugo, a todas luces, ha sido su padre, un ser ruin que por amargarle la vida a su mujer ha acabado con sus propios hijos, con lo más importante que puede tener una persona en la vida. No voy a pararme en la cantidad de adjetivos que le han dedicado… Más nerviosismo y más enfado: peticiones de pena capital y cadena perpetua han colapsado las redes sociales.

Con este panorama, no me queda más remedio que buscar noticias agradables o al menos con un cariz diferente. A veces necesito encontrar informaciones simplemente llamativas o curiosas con el objetivo de evadirme por unos minutos de la actualidad sangrante que nos rodea. Ayer, por ejemplo, me topé con una información simpática y amable en apariencia, aunque realmente el trasfondo contemple un cariz dramático. El caso es que en Togo, un país africano vecino de Burkina Faso, las mujeres han planteado una “huelga de piernas cruzadas” para derrocar al actual presidente del gobierno de su país.

Nada más leer el titular me brillaron los ojos. Me acordé inmediatamente de aquellos felices días de instituto en los que conocí la obra Lisístrata, de Aristófanes. Con quince años y gracias a las magistrales clases del profesor y poeta Jesús Cotta Lobato, este hombre que me enseñó casi todo lo que sé de la antigua Grecia, el reducido grupo de alumnos que estudiábamos Cultura Clásica y yo nos quedamos fascinados ante la brillante propuesta que se hacía en la obra, que mostraba cómo un grupo de mujeres intentan frenar la guerra con un gesto original, barato y efectivo: la abstinencia sexual.

El paralelismo entre realidad y ficción, entre la Grecia clásica y la actualidad de Togo, puede antojarse excesivo; no obstante, la idea no es tan descabellada como parece, y a partir del lunes las mujeres anuncian “huelga de piernas cruzadas” para que sus maridos echen del poder al presidente Gnassingbé. Por cierto, Filipinas, Colombia y Turquía, entre otros países han llevado a cabo este tipo de huelga, y para no quedarnos en países subdesarrollados o en vías de desarrollo y alejados físicamente pondremos como ejemplo Bélgica. Efectivamente, en este país hace tan solo un año, la senadora flamenca Marleen Temmeran instó a sus conciudadanas a llevar a cabo una huelga de piernas cruzadas, todo ello porque tras 241 días después de haberse celebrado elecciones, no se había formado gobierno.

 Me ha sorprendido no hallar respuestas en las redes sociales acerca de esta información; quizás porque la brutalidad del caso de los niños de Córdoba ha acaparado toda la atención. Dejaré mi impronta, pues lo que no me gusta de todo este planteamiento es la subordinación de la mujer al hombre y de la necesidad de llegar a ese tipo de extremos para conseguir logros que recaen en ambos géneros. Lo que me irrita más aún es que quienes dicten leyes no piensen más que en ellos mismos sino que se atrevan a emular cómo siente una mujer y qué es “lo mejor para una mujer en estos casos”. Quien se sienta aludido… (no continuaré con la ordinaria frase incendiaria de la Fabra).

Me pregunto cómo obrarían nuestros legisladores, nuestro Rajoy, nuestro Gordillo y todos nuestros políticos si sus esposas fueran cómplices de las necesidades de la mayoría de la gente y le propusieran una “huelga de piernas cruzadas”. Me pregunto si el sexo, que también es cuestión de dinero, es realmente más poderoso que éste. Me pregunto hasta cuándo las mujeres tendremos que conformarnos con ser el sexo que todo lo aguante. Me pregunto si algún día será posible que una mujer joven deje de tener en la cabeza a modo de software preinstalado aquello de que “la lavadora y los niños son cosa nuestra”. Ya no pregunto nada más. Por ahora. Mil ciento trece palabras dejan entrever bastante. Que el otoño nos pille confesados, o al menos con un diazepam en el bolso, porque en España estamos al borde de la ruina y del ataque de nervios, y en nuestra sombra virtual se nota demasiado.

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