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Prisioneras adolescentes de Auschwitz |
Eloísa Reyes @EloReyes 27/01/2014
Tal día como hoy, un 27 de enero pero en el año 1945, el ejército soviético liberó el mayor campo de exterminio nazi, Auschwitz. En él fueron cruelmente asesinadas casi un millón y medio de personas. Precisamente en Auschwitz, algunos de los supervivientes han vuelto a honrar la memoria de las víctimas con una ofrenda floral. Durante su régimen, los nazis asesinaron a más de seis millones de judíos en Europa. Por eso, hoy queremos hacer desde aquí un pequeño homenaje a todos aquellos inocentes que perecieron en la barbarie hitleriana. Solo nos queda la memoria, el recuerdo, echarle un vistazo a los libros de historia y hemerotecas para que no se vuelva a repetir.
Dalia Levinsohn, presidenta de la comunidad israelita en Barcelona, tuvo la ocasión hace cuatro años de visitar este campo de exterminio con motivo del Congreso de Judíos Europeos. El viaje estaba pensado para todas las federaciones de comunidades judías europeas con el fin de hacerlas participes de los actos conmemorativos del aniversario de la liberación de Auschwitz.
Ella nos dejó en su web el testimonio de uno de los supervivientes:
“Mi nombre es Marian Turski. En Auschwitz yo no tenía un nombre, un número tatuado, el B-9408. Estuve en Auschwitz casi hasta el último día. El 18 de enero de 1945 nos enviaron caminando a Buchenwald. Tres días después ordenaron una nueva evacuación, esta vez a Thereziendstadt. Ésta fue mi segunda Marcha de la Muerte.
La gente, especialmente los jóvenes, me preguntan: ¿Qué fue lo peor que le pasó en el campo?
Siempre esperan que les conteste, el hambre. Bueno, el hambre era terrible, pero engañabas al estómago con la piel de una patata o de una remolacha y la sed la saciabas bebiendo nieve. Así que no era lo más duro. O quizás esperan que les diga, las condiciones de vida. Bien, eran terribles, estábamos hacinados en espacios de unos cincuenta centímetros de alto. Si estabas abajo, mal y, si estabas arriba, también mal. Así que era terrible, pero tampoco lo peor. Quizás fuera el frío. El invierno que transcurrió entre 1944 y 1945 fue aterrador. En una ocasión conseguí arrancar un trozo de cartón de un saco de cemento para ponerlo sobre el catre, el kapo se dio cuenta y, colérico, me dijo gritando que estaba robando “propiedad alemana” y como consecuencia de ello me pegó salvajemente como solían hacerlo cuando pegaban. Y los piojos, quizás fueran los piojos. La suciedad era brutal, el agua estaba infectada y las letrinas se vaciaban muy pocas veces. Sin embargo sólo me infecté de tifus durante la última Marcha de la Muerte.
Pero qué fue aquello que mató a más personas, lo más tóxico y mortífero. Lo peor, lo más dañino, aquello que eliminaba a la gente poco a poco, fue la HUMILLACIÓN! La degradación sin límites. Fuimos tratados como cucarachas, parásitos, liendres, ratas, insectos a los que se puede machacar, aplastar con el pie, aniquilar. Esto fue lo PEOR.
Y cuando los jóvenes vuelven a preguntarme a mí, que pasé por todo esto, ¿qué aprendí de esta experiencia? ¿Qué me gustaría decir a la gente que me escucha?
Diría que entre todas las palabras y las lecciones aprendidas yo escogería ésta: EMPATÍA Y COMPASIÓN.
Queridos amigos, si queremos que “NUNCA JAMÁS AUSCHWITZ” no se quede en un simple eslogan debemos aprender a entender al otro, al que es DISTINTO A NOSOTROS. Debemos mostrar nuestra compasión, nuestra comprensión y nuestra empatía. Debemos aceptar que hay gente distinta a nosotros, gente que piensa de forma distinta a nosotros. Solo así podremos vivir en un MUNDO SIN ODIO”.
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Fachada del campo de exterminio de Auschwitz |
Fuentes: www.onu.org, www.mozaika.es, www.elpais.com.